Manuela Espejo, la primera mujer periodista
que se enfrentó a los patriarcas en la Colonia
Por: Patricia Celi



¿Qué significa ser mujer y periodista en América Latina? Para la colombiana Estefanía Avella (2019), es ir “en contra de la corriente”. Es seguir defendiendo, defendiéndonos como mujeres capaces de interpelar al poder, de poner agenda, de defender la igualdad, de tomar decisiones editoriales, de llegar a cargos directivos, de acabar con la idea de que la política y la justicia son temas exclusivos y reservados para los hombres.
Hoy, las mujeres todavía siguen ejerciendo periodismo en un espacio históricamente dominado por ellos. Para muchos, esto puede sonar a capricho y a una obstinación por la victimización. Sin embargo, si revisamos nuestro pasado, podríamos concluir que, en efecto, las mujeres involucradas en el periodismo siempre se han enfrentado a un escenario de desigualdad y adversidades que las han llevado a permanecer hasta hoy en el anonimato e invisibilización.
Manuela Espejo fue una de las pioneras del periodismo ecuatoriano, cuya vida retrata la transgresión que caracteriza a la labor periodística hecha por mujeres en un escenario atiborrado por los poderes masculinos.
A Manuela (1757-1829) se la conoce por ser la hermana menor de Eugenio Espejo. Poco o nada se sabe de su nombre más allá de ese parentesco. No se conoce mucho acerca de la Manuela enfermera y periodista, cuyo aporte feminista la convirtió en un elemento que rompía todos los patrones esperados del rol de las mujeres en la sociedad quiteña de la colonia.
Manuela tuvo la fortuna de nacer y crecer en un hogar en el que nunca faltó el interés por los libros, la cultura, las ciencias y la educación. Ella al igual que sus hermanos, Francisco y Juan Pablo, siempre tuvo acceso a la lectura, conversaciones y disputas sobre filosofía, medicina, ciencias naturales, física, literatura y política.
Un primer acercamiento que permite recrear la fuerza de personalidad de Manuela, y que refleja, a la vez, su intensa lectura y formación, es una carta que ella dirigió a su madre, cuando tenía posiblemente 16 o 18 años. Desde muy joven ella le revelaba su amor a la sabiduría y a su inquietud por el deseo de libertad:
“Me has hecho de silencio y de soledad; con temor a los personajes de ese siniestro circo de afuera, en donde tú no existes más, en el lugar donde te borras completamente para comenzar yo, mi vida clandestina. Me has fabricado una mente muy volátil, un corazón con enormes alas y sin nido y una melancolía extraña y furiosa…Por último, me has heredado gran parte de tu orgullo inexorable, tu letra inentendible y rebelde y tus comentarios crueles y directos…”.
Este interés por comprender la realidad que la circunda, por rebelarse contra las normas de la sociedad colonial, que le pedían mantener a ella y a las otras mujeres, su corazón de enormes alas muy quieto, la llevó a acceder a las aulas y aprender medicina. Esto pese a las limitaciones de entonces, que impedían la titulación de las mujeres en la universidad. Para Falconí (2017) eso la convierte en la primera enfermera con educación superior en Ecuador. En esa calidad, atendió gratuitamente a muchas personas pobres de su ciudad, junto a Eugenio, su hermano médico.
Posiblemente el acceso al conocimiento y a la práctica de enfermería representaba para Manuela una forma de ejercer libertad de pensamiento y acción, ese espacio que era, según ella, “el tesoro más grandioso que podía custodiar una mujer”. Por eso en uno de sus tantos escritos clandestinos y anónimos, redactó la siguiente misiva a una de sus amigas:
“Los “principios”, en el buen sentido del término, especialmente la protección de la libertad, obliga a la mujer, no a correr sino a enfrentar todo “instante”, “evento”, coyuntura u oportunidad que ofrece la vida. Defender siempre la propia autonomía, ese reducto último, que define la identidad, el vigor y la fuerza de una persona es insoslayable. Las personas libres y por eso valientes son inconfundibles y por desgracia son pocas… Por eso ellas pueden enseñar a vivir, a juzgar, a discernir lo que vale de lo falso, no tanto con palabras sino con su práctica, con los hechos. Por eso diariamente son sorprendentes, vitales y hermosas y la vida les depara sorpresa tras sorpresa” (Fragmento de misiva redactada por Manuela a una amiga).
Como bien la advierte este texto, para Manuela era trascendental que la emancipación de las mujeres desde ese ser subjetivo se materialice en el campo institucional. Por eso reclamaba que ellas puedas penetrar y copar diferentes escenarios de la vida pública y privada. Ella apostaba por otras formas de habitar lo femenino más allá de los espacios privados que la moral cristiana y valores aristocráticos de la época habían relegado a las mujeres en su tiempo.
Esta exigencia e ilusión la llevaron a concretar también su entrada en la vida pública de la sociedad colonial, como periodista, aunque oculta bajo el seudónimo de Erophilia - que significa “amante de la sabiduría y el amor”- , en el primer periódico ecuatoriano, Primicias de la Cultura de Quito, fundado por Eugenio Espejo.
Una de sus primeros escritos en el periódico nace con una réplica que Erophilia escribe a partir de un “Ensayo sobre determinar los caracteres de la sensibilidad “que Eugenio permitió que se publique, en el número 2 del diario. El defecto principal de los papeles, que se habían dado a luz, según Manuela era el “olvido”, la exclusión de la mujer:
“El artículo, hecha fuera de sus consideraciones filosóficas el ser y la naturaleza de la mujer. Ud. empieza a explicar el talento de observación sin mí: quiero decir, el bello sexo no figura delante de su entendimiento, y este se ha vuelto de bronce, apático y enteramente ajeno de la sensibilidad respecto de aquel. ¡Ah! ¡Que funesto linaje de indolencia!, qué cúmulo vergonzoso de errores y desaciertos!” (Fragmento réplica de Manuela Espejo)



Nunca antes en la Real Audiencia de Quito, una mujer había denunciado públicamente la inequidad de género y el trato discriminatorio de hombres hacia mujeres, que los llevaba a despreciar y simplificar las cualidades de ellas, considerándolas siempre inferiores y de escasa relevancia para la vida pública.
Junto a este documento que evidencia el modo de pensar de Erophilia sobre las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, ella también difundió otros tantos textos orientados a poner en valor ideales de libertad y soberanía. De ahí que, con sus publicaciones también circulaban ideas políticas suscitadoras para provocar cambios en la mentalidad de la sociedad, de un Quito que iba preparándose para el camino de la independencia.
De esta forma Manuela se convirtió en la primera periodista de la Audiencia de Quito. Como diría Paladines (2004), la primera mujer que se atrevió a escribir en público, la primera que enfrentó a su medio con la palabra, que trató de pasar de lo oral a lo escrito, que marcó una ruptura con la tradición verbalista de ese entonces. A su vez fue de las primeras víctimas de la censura a la prensa. Su columna no pudo mantenerse mucho tiempo y al igual que el primer periódico de la Audiencia, sus palabras fueron silenciadas.
La vida personal de Erophilia fue tan intensa como la de su hermano Eugenio o su esposo, José Mejía Lequerica. Sin embargo, su legado parece haber quedado en segundo plano, en comparación con la profunda huella de cada uno de sus aportes. La historia de los “padres de la Patria” dejó nuevamente de lado el rol de una de las tantas mujeres que no esperó a ser salvada por los patriotas, y empezó a escribir su propia versión de la independencia.
Si bien Manuela nació y creció en el seno de una familia privilegiada que le supo dotar de herramientas que alimentaron su cultura y enriquecieron su formación, ella decidió tomar esas ventajas y ponerlas al servicio de una causa común a favor de la emancipación en la vida de las mujeres. La distancia entre el hacer y no hacer, es lo que marcó para Manuela una trayectoria vital marcada por la sintonía entre el pensar, sentir y actuar.
A pesar de que la historia muy poco ha girado hacia nuevos días en el que las mujeres periodistas no sean deslegitimadas por los hombres que ostentan el poder en los medios cooptados por intereses capitalistas; cada vez y con mayor fuerza aparecen más mujeres dedicadas a aportar al periodismo desde su forma de ser y habitar el mundo. Somos mujeres que no soportaremos más que hablen en nuestro nombre y que hemos decidido resignificar los espacios de comunicación que nos han arrebatado. Por eso, como Manuela Espejo, sacamos a flote a nuestra Erophilia interior para resistir, y sublevarnos contra quienes pretender imponer las reglas del juego. Nosotras llegamos a conspirar sin ningún respeto contra la comodidad de los indiferentes, y lo hacemos desde todos los lugares posibles: desde nuestro espacio de trabajo asalariado, desde nuestra habitación propia o desde la cocina mientras preparamos la caída del patriarcado.
Referencias:
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Avella, E. (8 de Marzo de 2019). 8M: Esto es ser periodista y mujer en Latinoamérica. Obtenido de Cerosetenta Web site: https://cerosetenta.uniandes.edu.co/especial/8m-esto-es-ser-periodista-y-mujer-en-latinoamerica/
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Falconí, F. (7 de Julio de 2017). La Manuela que desafió al imperio. El Telégrafo.
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Paladines, C. (2004). Conjeturas sobre Erophilia: la amante de la sabiduría y el amor . Quito: Ediciones Abya-Yala